Esta vivienda, ubicada en el 380 del Pasaje, es la más angosta que conserva la ciudad de Buenos Aires, su frente no alcanza los 2,50 metros de ancho. Tiene una fachada exterior lisa, con una pequeña entrada y una puerta pintada de verde atravesada por una cerradura de hierro. En la planta superior asoma un balconcito con barrotes verticales de hierro, desde donde se esconde una ventana de dos hojas simétricas y dos cortinas iguales pliegue a pliegue. Por sobre la cornisa aparecen algunas plantas que dejan ver a los cimientos a través de los viejos y descascarados materiales.
Al igual que en el resto del mundo occidental, en la Argentina del siglo XVII el tráfico de esclavos negros fue un próspero negocio que ejercían las familias ricas para utilizarlos como mano de obra barata en el campo apreciados por sus aptitudes físicas, o simplemente se los empleaba, en el caso de las mujeres, para realizar tareas domésticas en las casas.
El 25 de Mayo de 1812, el Triunvirato decretó la prohibición del comercio de esclavos dentro del territorio de las Provincias Unidas. Un año mas tarde se declaró la «libertad de vientres» por lo que los hijos de esclavas nacidos después de dicha fecha fueron hombres libres.
La población negra que formó parte de Buenos Aires no fue escasa. Cuando se realizó el censo de 1778, la ciudad tenía 15.800 españoles blancos, 1.288 mestizos e indios y 7.268 mulatos y negros. En 1810 las cifras ascendían a 10.000 y en 1836, sobre un total de 62.300 habitantes, 15.000 eran negros y mulatos. A mediados del siglo pasado, sobre un total de 800.000 habitantes, los mulatos alcanzaban a 110.000 y los negros 20.000. Las pestes, las sucesivas guerras y las epidemias diezmaron a los descendientes de africanos.
La transformación del estatuto de los esclavos, que pasaron a ser "libertos», condujo a la separación entre estos y sus amos generando la necesidad para los negros de procurarse una vivienda. Es aquí, donde comienza la historia de la Casa Mínima. Según la leyenda popular, esta vivienda perteneció a un esclavo a quien le fueron devueltos sus derechos con la abolición de la esclavitud, pero al ser solamente un «liberto» le correspondió una parcela pequeña
Al igual que en el resto del mundo occidental, en la Argentina del siglo XVII el tráfico de esclavos negros fue un próspero negocio que ejercían las familias ricas para utilizarlos como mano de obra barata en el campo apreciados por sus aptitudes físicas, o simplemente se los empleaba, en el caso de las mujeres, para realizar tareas domésticas en las casas.
El 25 de Mayo de 1812, el Triunvirato decretó la prohibición del comercio de esclavos dentro del territorio de las Provincias Unidas. Un año mas tarde se declaró la «libertad de vientres» por lo que los hijos de esclavas nacidos después de dicha fecha fueron hombres libres.
La población negra que formó parte de Buenos Aires no fue escasa. Cuando se realizó el censo de 1778, la ciudad tenía 15.800 españoles blancos, 1.288 mestizos e indios y 7.268 mulatos y negros. En 1810 las cifras ascendían a 10.000 y en 1836, sobre un total de 62.300 habitantes, 15.000 eran negros y mulatos. A mediados del siglo pasado, sobre un total de 800.000 habitantes, los mulatos alcanzaban a 110.000 y los negros 20.000. Las pestes, las sucesivas guerras y las epidemias diezmaron a los descendientes de africanos.
La transformación del estatuto de los esclavos, que pasaron a ser "libertos», condujo a la separación entre estos y sus amos generando la necesidad para los negros de procurarse una vivienda. Es aquí, donde comienza la historia de la Casa Mínima. Según la leyenda popular, esta vivienda perteneció a un esclavo a quien le fueron devueltos sus derechos con la abolición de la esclavitud, pero al ser solamente un «liberto» le correspondió una parcela pequeña
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